Marzo se estrena con
la fiesta de Martisor, el inicio de la primavera. Original de Rumanía se
celebra también en una amplia zona europea, que abarca zonas como los Balcanes
y Bulgaria. La tradición se remonta a la celebración del inicio del año agrícola,
hace miles de años. Ya en la época romana se celebraba esta fiesta en marzo, el
mes de Marte, dios protector de los campos, los rebaños y del renacimiento de
la naturaleza. Hasta principios del siglo XVIII, en el 1 de marzo se celebraba
el inicio del año nuevo.
Según cuenta una
leyenda, el primer día de marzo, la primavera salió a un claro del bosque a ver
la luz del sol y descubrió que empujando la nieve se dejaba ver el capullo de
una hermosa flor, la campanilla de invierno. Impresionada por la fuerza de la
flor se acercó y ayudó eliminando las ramitas y la nieve de su alrededor. El
invierno que lo observa todo, se enfadó y furioso llamó al viento del norte
para helar y destrozar la flor. La primavera, asustada, se prepara para proteger
la flor con sus manos templadas no pudiendo evitar el roce con una rama
espinosa que la hiere. Es el momento en que una gotita de sangre de la
primavera cae en la campanilla y ésta, recupera la vida. La primavera ha
vencido al invierno. Por eso el galanto o campanilla de invierno es la flor que
anuncia la vida, el heraldo de la primavera.
Rojo y blanco, sangre
y nieve, los colores del regalo que se hace en esta fiesta, el martisorul, a
las damas, madres, chicas, amigas o compañeras como símbolo del amor, la vida y
el aprecio. Es un pequeño objeto, amuleto o moneda que se atan con un cordón
trenzado de dos colores el rojo y el blanco y se regala el primer día de marzo.
Simboliza y se festeja la llegada de la primavera. En otra época más lejana,
los vestigios más antiguos encontrados, eran guijarros blancos y rojos que se colgaban
al cuello. Para unos el rojo es el invierno, el fuego, la sangre, el sol y el
blanco la primavera, el agua, la sabiduría. Para otros el rojo, la guerra y el
blanco la paz. Hay quien, al revés, interpreta que el rojo es la primavera y el
blanco el invierno. Fiesta de la alegría y la victoria del bien sobre el mal. Unos
añaden un trébol de cuatro hojas, una herradura o un corazón. Adornos
elaborados durante el invierno y que llegado el momento lucían en la ropa
durante varios días. Cuando regresaban las grullas o salían las flores en los
árboles, se quitaban y colgaban los cordones de sus ramas. Con la moneda
compraban queso dulce para que el cutis se quedara hermoso y limpio todo el año.
Símbolos de fertilidad, de suerte, prosperidad y abundancia.
Otra
leyenda cuenta que hubo una época en la que el sol bajó a la tierra adoptando
la forma de una bella muchacha. El dragón que habita por aquellas tierras la
esperó escondido y la apresó, encarcelándola en lo más profundo de su guarida. En
aquel mismo momento el mundo se entristeció. Los pájaros ya no cantaban y las
niñas y niños dejaron de jugar y reír. El pueblo se olvidó de la alegría y la
tristeza lo invadía todo. Nadie se atrevía a enfrentarse al temible dragón,
hasta que un día un muchacho viendo lo que pasaba sin el sol, valiente y
decidido se encaminó hacia la mazmorra donde estaba retenida la muchacha. Su viaje
duró tres largas estaciones: el verano, el otoño y el invierno. Al encontrar la
guarida, una especie de castillo de extraña construcción, gritó al dragón
retándole a salir. La lucha fue dura y larga, tres días enteros peleando hasta
que el dragón fue derrotado. Débil y herido el joven entró en aquel antro y
liberó a la muchacha que, ya en la misma salida, se elevó transformada en sol.
El astro luminoso hizo que la sonrisa volviera a la tierra. La primavera había
llegado pero el joven no pudo verla, tumbado en la nieve y herido de gravedad. La
sangre que manaba de las heridas se derramó por la nieve hasta el último
suspiro. Caliente como estaba hizo que la nieve se derritiera y allí mismo
nacieron unas flores en forma de campanilla (galanthus nivalis), los heraldos
de la primavera. Desde entonces, la juventud regala a quienes quieren dos
borlas, una blanca y otra roja. El rojo simboliza el amor por todo lo que es
hermoso, la sangre y el valor del joven y el blanco simboliza la salud y la
pureza de la campanilla, la primera flor de la primavera.